El prestigio y la calidad educativa de la BUAP se reconocen no sólo en rankings nacionales e internacionales, también en la trascendencia de sus estudiantes. Un ejemplo es el doctor César López Camacho, egresado de la Facultad de Ciencias Biológicas, quien hoy es un científico destacado que contribuye en el diseño de vacunas en la Universidad de Oxford, en Reino Unido, donde justamente se desarrolló la ADZ1222 contra el coronavirus SARS-CoV-2.

Desde hace seis años, el egresado de la BUAP ha trabajado en la Universidad de Oxford en la creación de diversas vacunas. Actualmente estudia la respuesta inmune que se genera a partir de una infección con los virus del Dengue y del Zika, en The Wellcome Centre for Human Genetics (WHG), un instituto de investigación en genética humana que pertenece al Departamento de Medicina Nuffield de la División de Ciencias Médicas, de la Universidad de Oxford.

En marzo pasado el doctor Gavin Screaton, director de la División de Ciencias Médicas de Oxford y jefe de laboratorio, pidió a todo el equipo pausar su trabajo en Dengue y Zika y enfocar la atención de forma conjunta en el desarrollo de metodologías para la detección del SARS-CoV-2, agente causal de la enfermedad COVID-19.

Aunque no participa directamente con el equipo de la doctora Sara Gilbert, quien dirige el desarrollo de la vacuna, el doctor López Camacho orientó su atención en la respuesta inmune generada por la exposición del organismo al SARS-CoV-2, así lo dio a conocer el egresado de la BUAP, quien ha realizado cuatro estancias posdoctorales en áreas de biología molecular y vacunación en: la Universidad de Manchester, Reino Unido; la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts; la Universidad de Vermont en Estados Unidos, y el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford.

“En lo personal no estoy involucrado directamente en el desarrollo de la vacuna ADZ1222, pero sí en el estudio de la respuesta inmune generada por la exposición del organismo al SARS-CoV-2”, señaló.

Su aportación, junto con sus compañeros de equipo, se reflejó primero en la purificación de proteínas del coronavirus y en el desarrollo de pruebas inmunológicas o serológicas que fueran sensibles y eficaces para discernir si una persona cursaba la infección por coronavirus, lo cual era importante porque se necesitaba una metodología efectiva para la detección, sobre todo en aquellos que no presentaban sintomatología. En segundo plano se tuvo acceso a células de sangre de pacientes con COVID-19, para aislar e identificar anticuerpos capaces de neutralizar al virus SARS-CoV-2.

“En esta etapa, el grupo se dedicó a la identificación y aislamiento de cientos de anticuerpos monoclonales de pacientes que tuvieron la infección, con el objetivo de estudiar cómo es que estos se unían al virus y con qué potencia y durabilidad lo neutralizaban. Esta parte del trabajo implicó el uso de la vacunología reversa para entender de manera estructural la relación de una molécula del coronavirus con un anticuerpo y cómo es que reconoce e inhibe la infección del virus; con esto el desarrollo de una vacuna se fortalece y se diseña de forma más efectiva”.

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Algunas de estas aportaciones fueron publicadas en trabajos conjuntos y colaboraciones del grupo al que pertenece el doctor López Camacho.  En una se definió la metodología de detección de anticuerpos en pacientes y su comparación con las pruebas rápidas, llamadas de flujo lateral. https://wellcomeopenresearch.org/articles/5-139/v1

En otra publicación el grupo analizó la progresión, emergencia y exposición del coronavirus SARS-CoV-2 en una determinada población; y otra más sobre las respuestas que tuvieron las células de pacientes británicos que cursaron COVID-19 (Células T CD4 y CD8), su potencia y el grado de memoria inmunológica que desarrollaron. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7302222/

La ciencia que suma todos los esfuerzos

En México se anunció una alianza entre la Fundación Slim y el laboratorio AstraZeneca que permite a México y Argentina la producción de millones de dosis de la potencial vacuna contra el coronavirus, creada en la Universidad de Oxford y cuya aplicación se prevé disponible para países de Latinoamérica —excepto Brasil—, en el primer semestre de 2021.

Al respecto, el doctor López Camacho explicó que esta vacuna parte de una plataforma adenoviral desarrollada por el equipo que dirige la doctora Sarah Gilbert y el doctor Adrian Hill. Se trata de un adenovirus modificado no replicativo que expresa dentro de las células humanas sólo una porción del virus SARS-CoV-2, lo que permite generar respuestas inmunes contundentes contra el patógeno que causa la enfermedad de COVID-19.

“La vacuna llamada ChAdOx1 nCoV-19 (ahora ADZ1222) se ha probado en animales y también ha pasado exitosamente la fase clínica 1 en humanos. En esta prueba se reclutaron a dos grupos de voluntarios sanos, a uno le aplicaron la vacuna contra el coronavirus y a otro una vacuna control de meningitis. El objetivo fue observar que no se presentaran efectos adversos mayores para garantizar que es segura y que genera respuestas inmunes específicas contra el coronavirus”.

López Camacho destacó que la fase 1 de la prueba clínica es de las más grandes que se han realizado en Oxford, con mil voluntarios. Lo importante es que la vacuna sea eficaz en un medio de infección natural, por eso las fases II y III son parecidas en el objetivo, que es mostrar eficacia, seguridad y respuestas inmunes.

Para lograrlo es necesario el monitoreo que les realizan a los voluntarios de zonas de alta prevalencia del virus, como Brasil y África. Una vez que se tengan resultados, se sabrá por métodos estadísticos y matemáticos si realmente funciona, porque la vacuna está probada en humanos, es segura, pero falta registrar su eficacia, agregó.

“Ahora los retos subsecuentes son la producción masiva, almacenamiento y distribución de la vacuna AZD1222 que pueda garantizar su aplicación mundial, pero sin duda es algo que se podrá llevar a cabo”.

Con este desarrollo logrado por el equipo de Oxford, el doctor César López Camacho consideró que una vez más se demuestra que el trabajo científico tiene una aplicación directa y un beneficio humano muy claro; de ahí la importancia de invertir en ciencia, apoyar la innovación y estar preparados para los nuevos y futuros retos en el área de las enfermedades infecciosas.