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La ola de acusaciones contra los abusos y acosos sufridos por el cineasta Harvey Weinstein han animado a otras mujeres del medio a contar sus experiencias, no importando si el agresor fue el productor u otro hombre, y precisamente ese es el caso de la gimnasta olímpica McKayla Maroney.

La medallista de 20 años se sinceró en su cuenta de Twitter y declaró que a pesar del infierno que vivió durante su camino al éxito, nunca se había sentido tan segura de hablar sobre lo que vivió como ahora. A la chica le bastaron unos cuantos párrafos para confesar que había sido abusada desde los 13 años por el doctor del equipo, Larry Nassar, y que el horror paró hasta que él fue removido de su empleo por estar acusado de violar y acosar a más de 140 mujeres y poseer pornografía infantil en su computadora.

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Maroney también aprovechó para dejar en claro que el abuso no sólo ocurre en Hollywood, pasa en todo el mundo y uno de los principales factores es el poder que un puesto tiene para repercutir en las carreras de sus víctimas, además de las voces sordas que no quieren oír sus denuncias.

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Al final de la carta, McKayla alienta a las y los jóvenes que han sido abusados a no callar y hacer que su voz suene fuerte, además de proponer que en las escuelas se eduque sobre el tema y que los castigos para los violadores y acosadores sean más fuertes.

Aquí la publicación completa:

«Las palabras de todos sobre los hechos ocurridos recientemente me han inspirado. Sé lo difícil que es hablar públicamente de algo tan horrible y tan personal, porque también me pasó a mi.
La gente debe saber que esto no sólo sucede en Hollywood. Esto está pasando en cualquier parte. En donde sea que haya una posición de poder, hay un potencial caso de abuso. Yo soñé con ir a las Olimpiadas, y las cosas que tuve que soportar para llegar ahí fueron innecesarias y desagradables.
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Larry Nassar y McKayla/ Especial
Estaba molesta con el Dr. Larry Nassar, el Doctor del equipo femenil de Estados Unidos. El Dr. Nassar me dijo que yo estaba recibiendo «tratamiento médico necesario que él había estado dando a sus pacientes por más de 30 años». Comenzó cuando tenía 13 años, en uno de mis primeros entrenamientos en Texas y no terminó hasta que el dejó el deporte. Parecía que en donde fuera y cuando fuera, este hombre encontraría la oportunidad de «tratarme». Sucedió en Londres antes de que mi equipo y yo ganáramos medalla de oro, y sucedió antes de que ganara plata. Para mí, la noche más aterradora de mi vida fue cuando tenía 15, volamos todo el día con el equipo para llegar a Tokyo, él me dio una pastilla para dormir durante el vuelo, y lo único que recuerdo, es después estar sola con el dentro de su habitación de hotel recibiendo mi «tratamiento». Pensé que moriría aquélla noche.
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Las Olimpiadas dan esperanza y alegría a la gente. Inspiran a pelear por tus sueños, porque todo es posible con trabajo duro y dedicación. Recuerdo cuando tenía 8 años y miré las Olimpiadas en 2004, esa vez me dije que algún día vestiría ese leotardo rojo, blanco y azul para competir por mi país. Claro que viéndolo desde dentro parecía una excelente historia. Lo hice. Llegué ahí, pero no sin pagar un precio.
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Las cosas deben cambiar…. Pero cómo empezamos? No soy experta, pero aquí están mis propuestas:
Uno: No quedarse callados y alertar sobre el abuso que está ocurriendo.
Dos: La gente, instituciones, organizaciones, especialmente aquellas que están dando a sus empleados poder, necesitan alertar sobre estos temas y actuar si suceden.
Tres: Educar y prevenir sin importar el costo.
Cuatro: Tener cero tolerancia para los abusadores y quienes los protegen.
¿Es posible detener este tipo de abuso?, ¿ es posible para las víctimas hablar sin poner en riesgo sus carreras y sus sueños? Espero que sí.
Nuestro silencio le ha dado a la gente equivocada el poder por mucho tiempo y es momento de retomar nuestro poder ahora.
Y recuerda, nunca es demasiado tarde para hablar».
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Larry Nassar/ Especial