Muchas veces, para conseguir encajar en el estándar de belleza que nosotros mismos nos imponemos somos capaces de hacer cosas poco seguras y aunque muchos corren con suerte, otros, como esta chica, terminan viviendo la peor de las pesadillas.

Rachael Knappier vive en Londres, un lugar en donde se está poniendo muy, muy de moda el asistir a fiestas de bótox, peligrosas reuniones en donde va alguien que sepa aplicar la sustancia y mientras beben y conversan se dedica a inyectar a las presentes en la parte del cuerpo que deseen, pero lo que nadie sabe es que en esas fiestas se corre un peligro latente ya que el costo de «ese» alguien que inyecte bótox es menor que el de ir a un salón estético porque probablemente no tiene los permisos necesarios para hacerlo, sin mencionar que someterte a un tratamiento estético en medio de una fiesta y ebria no es la mejor decisión que puedas tomar.

Rachael no pensó en esto y asistió a casa de una amiga a una fiesta de bótox, primero pasó de aplicarse el procedimiento, pero después de unos tragos se animó confesando que siempre se había sentido cohibida por lo delgado de sus labios, así que pusieron manos a la obra.

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Pensó que todo iba bien, pero la esteticista contratada le inyectó el material en una arteria, así que sus labios empezaron a arder, doler e inflamarse tanto que prácticamente le rozaban la nariz. 

La esteticista, que asumí en ese momento era una enfermera, no me pidió que firmara ningún formulario de consentimiento, por lo que las campanas de alarma deberían haber sonado. Pero estar en una fiesta con amigos me quitó toda la seriedad de tener un relleno inyectado en la cara .

Pocas horas bastaron para que la chica de 29 años empezara a sentirse mal y tuviera que ir a parar a urgencias, por su parte, la esteticista le dijo que seguramente era una reacción alérgica y debía ir al hospital, luego se fue.

Tres médicos llegaron a la conclusión de que no tenía una reacción alérgica y me dijeron que volviera a la esteticista para recibir tratamiento para disolver los rellenos.

Pero las cosas no eran tan simples, después de consultar una segunda opinión, Rachael debió volar a otra ciudad para ser atendida de urgencia por un médico, tenía una oclusión vascular, la inyección había perforado una arteria y podía provocar necrosis. El procedimiento para salvarla empezó.

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«Fue tan doloroso, que mi madre, que estaba sentada arriba en una sala de espera, podía escuchar mis gritos».

Por fortuna, la joven pudo salvarse de lo peor y sus labios volvieron a la normalidad con el tiempo, pero ahora no deja de pensar en lo que pudo haber pasado si no hubiera reaccionado de forma rápida a lo que no veía normal, mientras que dedica gran parte de su tiempo a hacer conciencia entre las personas y evitar que vayan a lugares no establecidos o con personas no certificadas para realizarse procedimientos estéticos.

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