En la década de 1960, 13 mujeres superaron las mismas rigurosas pruebas médicas a las que eran sometidos los hombres para convertirse en astronautas, pero la falta de apoyo de la NASA y el sexismo les impidieron lograr su sueño de llegar al espacio.

En 1959, la «Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA por sus siglas en inglés)» anunciaba a su primer grupo de astronautas hombres, los «Mercury 7», que viajarían al espacio. Un año después un grupo conformado por 13 de las mejores mujeres piloto formaron parte de un programa secreto llamado «Lovelace» para evaluar su resistencia al enfrentarse a las mismas pruebas médicas que los primeros astronautas varones. Ellas las superaron satisfactoriamente, incluso estaban sobradamente preparadas, sin embargo; se encontraron con terribles barreras que les impidieron ir al espacio. La NASA nunca aceptó que se volvieran astronautas.

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Volar siempre fue la gran pasión de Jerrie Cobb. Con tan sólo 12 años de edad, realizó su primer vuelo en compañía de su padre. A los 17 ya era piloto y a los 21 instructora de vuelo. A los 28 ya había roto 3 récords mundiales de aviación. Trabajó transportando aviones militares por el mundo y hasta la confundieron con una espía.

En 1959 conoció a Randy Lovelace, investigador responsable de las pruebas médicas de selección de la NASA. Lovelace fue el autor del programa secreto que tenía como finalidad descubrir la forma en que las mujeres enfrentaban las mismas pruebas a las que eran sometidos los astronautas, así que Jerrie al ser una piloto de excelencia se convirtió en su primera candidata.

Cobb tuvo que superar 87 rigurosas pruebas médicas entre las que destacaban descargas eléctricas para probar reflejos, hielo en los tímpanos para inducir vértigo, enemas, endoscopias y beber agua radiactiva. Las últimas pruebas se llevaron a cabo en una base militar, donde se analizó su resistencia a la altitud. Para sorpresa de Lovelace, Jerrie pasó todas, incluso superó al 98% de todos los candidatos a astronauta.

Lovelace, anunció los resultados del experimento a un congreso científico de Estocolmo. Posteriormente la prensa se enteró del acontecimiento y también quedó asombrada, así que «Life» le dedicó un reportaje completo.

Randy decidió seguir adelante con las pruebas, así que puso a cargo a Jerrie para que fuera ella quien seleccionara a las pilotos más capacitadas, de esta forma eligió a 25, de las que se mantuvo su identidad en secreto y ni siquiera llegaron a conocerse entre ellas.

Sólo 12 de las elegidas pasaron las pruebas: las gemelas Jan y Marion Dietrich, Irene Leverton, Myrtle Cagle, Janey Hart, Gene Nora Stumbough, Jerri Sloan, Rhea Hurrle, Sarah Gorelick, Bernice Trimble Steadman, Jean Hixson y Wally Funk.

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Nuevamente, la última fase debería realizarse en una base militar, pero el programa se canceló antes. Los militares se rehusaron a proporcionar los aviones necesarios para las pruebas si la NASA no lo pedía y como era de esperarse, esta institución no dio la autorización, así que Jerrie decidió iniciar una campaña en Washington para cambiar la situación.

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Las Mercury 13 escribieron a Kennedy para explicarle la situación y lograron una vista pública en la que, los astronautas John Glenn y Scott Carpenter expresaron su postura en contra de tener a mujeres astronautas. Eso les cerró aún más las puertas a las pilotos.

Las mujeres no se rindieron y continuaron con su lucha, la llevaron a la prensa, pero nuevamente se toparon con el sexismo: «¿Por qué no pensaba en casarse en lugar de ser astronauta?, ¿por qué quería competir con los hombres?, ¿cómo una chica tan guapa como ella era piloto?»

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En 1963 Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en llegar al espacio, acontecimiento que le dio la vuelta al mundo y la revista Life decidió sacar del anonimato a las Mercury 13, eso les dio esperanza, pero nuevamente volvieron a fracasar en el intento.

Jerrie Cobb nunca logró ser astronauta, pero no abandonó su sueño, volar, de modo que dedicó el resto de su vida a misiones humanitarias llevando víveres con su avión por en el Amazonas. Ha recibido el reconocimiento de los gobiernos de distintos países, incluso fue nominada a un nobel de la paz.

El resto de las Mercury 13 reorientaron sus vidas de distintas formas: pilotos comerciales o profesoras de aviación. 30 años más tarde recibieron una invitación muy especial, Eileen Collins, la 1ª astronauta piloto estadounidense, quería que estuvieran en su lanzamiento.

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Resulta triste, frustrante e indignante que el sueño de estas mujeres no haya podido realizarse a causa del machismo presente en su época. Si bien hemos mejorado esta situación rompiendo algunas barreras, aún queda mucho por hacer, la lucha no ha terminado. Desafortunadamente todavía hay ámbitos en los que la mujer no goza de igualdad de oportunidades, no podemos permitir que miles de mujeres sigan renunciando a sus sueños por estas absurdas ideas.